En las pastorelas, las piezas y situaciones clave se reiteran: los pastores;
la fiesta pastoril; la presencia de la música, el canto y la danza; el
aparecimiento del ángel que anuncia la buena nueva; la inclusión de un personaje
de perfil iconoclasta o humorístico que aparentemente antagoniza con los demás;
el viaje a Belén y la adoración del niño. En el terreno religioso no hay
divergencias en el meollo de la fábula que se acomoda al patrón bíblico. Sin
embargo -y este es el aspecto de sabor nuevo-, en cada texto, Reyes intercaló
elementos realistas y doctrinarios que a él le interesaba destacar. Nos
enfrenta, así, a una obra que se mueve en dos niveles en constante
interrelación. Uno se impregna de las connotaciones idealistas propias de la
poesía bucólica; el otro responde a una terrenalidad inmediata y vivencial. Esta
bipolaridad se refleja en la caracterización de personajes, en los diálogos, en
las situaciones. Quizá, quien mejor la ejemplifique es Bato quien, en "Noemí",
relata un sueño bastante procaz pero, cuando está frente al Mesías, expresa una
ternura que, aunque burda, es conmovedora. Tampoco tiene ningún empacho en
tratar asuntos del Mesías y satisfacer, a la vez, su desmesurado apetito. Hay un
parlamento que muestra las dos vertientes apuntadas:
¡Qué chistosa estás, Raquel! Pues dime, ¿no se podrá Estar
pensando en el Niño Y con los dientes mascar, Sin que se estorben los
actos, El de comer y pensar? (pp. 22-23)
El espíritu y la materia. Lo celestial y lo terreno. El impulso que eleva y
la atracción gravitacional a ras de suelo. En otras palabras, la dualidad humana
que Reyes se cuidará de reflejar.
En las Pastorelas destaca la importancia que Reyes asigna a la mujer.
Ellas rectoran las situaciones dramáticas esenciales (organizan la fiesta,
indican el momento de la partida a Belén; ordenan a los pastores lo relativo al
cuidado del ganado y les encomiendan pequeñas tareas para satisfacer necesidades
del grupo). [ Un detalle que
subraya la importancia de las mujeres es que sólo una obra lleva nombre de
varón. Además, las ocho pastorelas totalizan cuarenta personajes femeninos y
diecinueve masculinos.]. Además Reyes las dotó de un rasgo que, dentro
del contexto dramático, subraya su calidad perceptiva. Frente a las dudas que
muestran los pastores, ellas aceptan sin reticencias los mensajes que anuncian
el nacimiento del Mesías. Quizá, con ello, el autor -apartándose de la tendencia
neoclásica a privilegiar la razón- establece la supremacía de los valores
afectivos (El corazón me dice: esto es verdad, dice Lucila en "Rubenia",
p. 258). De cara al raciocinio del hombre, es más poderosa la intuición.
Al caracterizar a las pastoras, el escritor las dotó de una serie de
cualidades: jóvenes, hermosas, diligentes y derrochando alegría a granel.
Cantan, bailan y son amorosas entre sí. Sin embargo, aunque nunca llegan a
niveles de malevolencia o inquina, algunas, de vez en cuando, profieren
observaciones negativas con relación a los otros. Asimismo -detalle que no se
cuestiona sino que se justifica- son muy conscientes de la importancia de los
afeites y del arreglo personal. En otras palabras, las pastoras no son ángeles o
seres santificados. Poseen una carnadura humana que hace de ellas personajes
convincentes a nivel teatral. Las sentimos caminar sobre la tierra. Muy
conscientes de sí mismas y de los demás pero jamás desentonan dentro del
equilibrado mundo pastoril. Así, sólo de voces que comulgan consigo y con los
demás pueden provenir versos tan sueltos y ligeros:
Esta guirnalda graciosa Que es de Mirtila el presente, Sobre esa
nevada frente Parecerá más preciosa. Sus mejillas a la rosa Darán
purpúreo color, A la azucena candor, Más perfumes al jazmín, Y
parecerá un jardín Su frente con tanta flor. (p. 26)
Con agua de la fuente Me lavé bien las manos; Marchéme al
huertecillo En donde fui cortando Las flores más hermosas, Sin
herirles los vástagos. He tejido guirnaldas De lirios los más blancos,
De rosas encendidas Y de clavel morado, Porque ese es el adorno,
Si es que yo no me engaño, Que hace a las pastorcillas Más lindas
que los astros. (p. 94)
Todo el desarrollo de las sencillas historias demuestra al alto sitial en el
que Reyes -siguiendo la trayectoria pastoril- coloca a la mujer. Quizá, el
reconocimiento más grande que hace de ella es dotar a las pastoras de gran
capacidad intelectual: conocen el legado bíblico; discuten con soltura y
propiedad, tanto entre sí como con los compañeros varones, y poseen
extraordinarias dotes para el trabajo poético, tal como vemos en "Rubenia", en
donde, inclusive, hay un certamen literario entre dos pastoras. Otro detalle de
sumo interés es que ninguna, aun siendo soltera, depende de sus padres. [ En "Neftalia" se menciona una vez
al padre de Olfania pero este anda por Mesopotamia (p.136).].No son hijas
de dominio. Tampoco, en la relación con los pastores, pese a aludirse a
noviazgos y bodas futuras, muestran dependencia afectiva. Se manejan con gran
libertad interior. Poseen una conciencia muy despierta de sí y de sus derechos.
En "Elisa", en pláticas con el pastor Arnaldo, dice Rebeca:
Pues amigo, ya se trata De proteger nuestro sexo; Y a la vuelta
de diez años Nos verán tomar asiento En todos los Tribunales, Tener
voto en los Congresos, Gobernar a las naciones Y dar leyes a los
pueblos. (...) Ayer que fui a la ciudad Lo supe; y más me dijeron;
Que á petición de una joven Ha dado orden el Gobierno Que en toda
ciudad ó aldea Fúndense establecimientos Para instruir á las mujeres
En ciencias de todo género. Pues ellas, más que los hombres, Son
dotadas de talento; Y que, con la educación, Pueden obtener
empleos. (...) Las mujeres, como es visto, Están locas de contento;
Pero, me creerás, Arnaldo, Que hay varones tan malévolos Que lejos
de contribuir, Teniendo mucho dinero, Queriendo ser ellos solos,
Desaprueban el intento? Se nos dice que aprendamos Nuestros deberes
primeros, Que son servir a los hombres, Tenerles pronto el almuerzo,
Barrer la casa, limpiar Los platos y candeleros Y sufrir
impertinencias De los niños, mientras que ellos Andan aplanando calles,
En tertulias y paseos. (pp.236-237).
El diagnóstico de la situación marginal de la mujer es certero. Inclusive es
admirable la capacidad visionaria del sacerdote con relación al rol femenino en
las sociedades del futuro. También -insertándolo en otro tema básico de antigua
prosapia (la bipolaridad campo-ciudad)- Reyes hizo de las pastoras las
portadoras de un mensaje educativo. Contrariamente a la superficialidad de las
mujeres citadinas, ellas no viven con la obsesión de conseguir marido. En
"Micol", ante las especulaciones sobre su posible casamiento, Laura replica:
¿Eso presumes, amiga? No me juzgues por tan necia Que quiera
sacrificarme Sólo por no ser soltera. No creas, no, que yo soy Del
número de esas hembras Que á trueque de casamientos, A sí mismas se
vendieran. (p. 57)
En boca de mujeres encontramos ideas acertadas con relación a las condiciones
del existir humano. Dictan pautas para el actuar. Cuando a José y a María les
niegan albergue, frente a la tribulación de aquel, es ella quien reacciona con
serenidad y entereza. [
"Rubenia" tiene como particularidad que, tanto al principio como al final, José
y María participan activamente. Dialogan entre sí y también con los pastores. De
los parlamentos se deduce la extraordinaria personalidad de María. Ella
reconforta al atribulado José y lo insta a confiar en los designios
divinos.]. En "Neftalia", encontramos un extenso parlamento en el cual
Neftalia reflexiona sobre la brevedad de la vida:
Huyen como las sombras Los días y los años! (...) Y apenas me
parecen Un momento. ¡Qué engaño Es la vida del hombre, Aun de aquel
que á ser llegue el más anciano! (...) Pues si la humana vida Tiene
tan corto plazo, ¿Por qué se regocija El hombre cuando cumple nuevos
años? ¿Por qué mejor no llora Con suspiros amargos, Viendo que del
sepulcro El término fatal está cercano? (pp.96-97)
Como respuesta, incidiendo en el tema clásico del carpe diem, Séfora, con
mucho sentido práctico, le replica:
¿Qué la vida es muy breve? Y quién podrá negarlo? Y todos sus
placeres Se acaban muy temprano; Pero mientras nos dure, Comamos y
bebamos. (p.98)
Las pastoras son sumamente sensibles a la belleza. Su gozosa mirada se
deleita frente a las maravillas del entorno natural y lo externan con
admiración. En esta forma, las descripciones del paisaje se convierten en piezas
esenciales en la configuración del mundo bucólico, de la atmósfera pastoril sin
la cual se derrumbaría todo el planteamiento dramático. Sus palabras
constituyen, pues, el elemento que da vida al espacio ideal, adecuado al gran
acontecimiendo divino que los pastores -testigos irrefutables del nacimiento del
Mesías- certifican. Al respecto, Micol dice:
¿No véis qué sitio tan bello, Qué pintoresca pradera, En donde el
monte nos sirve De una impenetrable cerca Contra el ímpetu del viento,
Sin impedir que se vea La vasta extensión del cielo? ¿No véis qué
alegre y serena La noche su manto extiende? ¿No véis qué hermosa refleja
La luna los resplandores Que el sol arroja sobre ella? (...) El
murmullo de las fuentes Que allí cerca serpentean, Esos elevados álamos
Que se pierden en la esfera De los aires, cuyas hojas Semejantes á
las cuerdas De un instrumento sonoro Forman armonías llenas Cuando
del céfiro heridas Suavemente se menean... Todo proporciona
agrado; Todo el ánimo recrea! (...) ¡Oh! ¡cuán feliz es la suerte
De los que habitan las selvas! (p. 55-56)
Más que en el paisaje de Palestina, Reyes sigue la tradición literaria
occidental que ha hecho de pastores y pastoras los habitantes de un universo
idílico e incontaminado. Pero, acertadamente, le agrega su propia vivencia de
las tierras americanas cuyos productos y vegetación se detectan en forma
inmediata. Lo ideal y lo real: el doble parámetro que rige la construcción de
las Pastorelas al cual aludimos con anterioridad. En "Micol", Aminta y
Laura cantan:
Torna al nido la avecilla, Y con cánticos alegres Da la despedida
al día Que se oculta en occidente. Oh! qué arreboles tan bellos! Oh!
cuán hermosa se duerme La animada luz dorando De los montes la alta
frente! (p. 53)
Feraz y espléndido es el mundo en el cual se mueven los pastores. De él
extraen, por regla general, los obsequios al niño. En la última pastorela
mencionada, Silvana, con ingenuidad y frescura, hace sentir la presencia -el
sabor, el olor, la textura- de los productos aclimatados u originarios de
América:
Hermosura sin defecto, Infantillo peregrino, Yo adoro tu sér
divino Con el más rendido afecto, Te adoro con ciega fe, Y te ofrezco
por tributo, De mi huerta todo el fruto Que para ti lo corté.
Míralo, aquí no hay alguno Que se pueda desechar; Te los voy a
presentar, Verás bien, uno por uno: Una naranja, De piel dorada,
Una granada Grata en sabor; Una manzana, Un duraznillo, Este
membrillo De suave olor. Esta guayaba Que es perulera; Toma esta
pera, Este mamey; Mira que linda La granadilla; Una anonilla
Como una miel. Este es todo mi presente; Cumpla ahora mis antojos,
Que son besar tu real frente Y tocar tus bellos ojos. (pp.74-75)
Los pastores y pastoras, aunque dotados de rasgos de gran calado humano,
están exentos de pecados mortales. Espiritualmente se perciben en armonía
consigo mismos y también con el apacible ambiente. De ahí que sus danzas, sus
cantos y sus palabras expresen alegría de vivir. Por esa misma razón, la
relación interpersonal está marcada por el afecto. No extrañe, pues, el
exacerbado dolor de Rubenia -de resonancias garcilasianas- por la muerte de su
amiga:
Mas ¡ah! ¡qué conmoción tan melancólica La vista de este bosque hace
en mis miembros! Yo te saludo ¡oh bosque venturoso, Que posees el tesoro
de más precio! Y pues el canto alivia los pesares, Tu dicha y mi
desdicha cantar quiero. (Canta:) ¡Oh, bosque solitario, Alegre en
otro tiempo, Do la bella Prisila Condujo tantas veces sus corderos!
¡Cuántas veces oíste De su voz el acento, Y cuántas repetiste
Su graciosa expresión en suaves ecos!
¡Cuántas veces sus plantas Hollaron este suelo, Y cuántas en los
árboles Con sus manos grabó divinos versos! Mas ¡ah! que ya descansa
En profundo silencio, Y no la veréis más, Tristes cipreses, elevados
cedros! (pp. 187-188)
La vida de pastores y pastoras es de trabajo -hay varias referencias a lo
arduo del quehacer cotidiano. Pero ello no altera su tranquilidad interior. El
sentido de gozo con el cual viven. Los cantos de Isbela ("Olimpia") y de Dania y
Luceria ("Albano") lo puntualizan:
Después que sus trabajos El pastor deja, Al reposo del sueño
Feliz se entrega, Sin la amargura Que en las soberbias cortes
Los pechos turba. (p. 321)
¡Qué feliz es el pastor Que habita incultas regiones, A quien no
agitan pasiones, Ni de envidia ni ambición! Contento con sus ovejas
En dulce sueño reposa, Y tiene en pajiza choza Pacífico el corazón!
(p. 295)
Por esas razones, cuando a algún personaje lo tientan los rumores de la vida
citadina, los otros, inmediatamente, esgrimen argumentos alertándolo sobre la
falsedad y corrupción que las ciudades entrañan. En el planteamiento global de
la obra de Reyes, lo pastoril conforma un universo único identificable con el
mundo de la utopía: la mítica Arcadia, el jardín edénico en donde prevalecen el
equilibrio y la felicidad. Este es el respaldo conceptual que explica los rasgos
dados por Reyes tanto al paisaje como a los pastores, los personajes que
tuvieron el privilegio de ser los primeros testigos del acontecimiento
fundamental de la historia: el nacimiento del Cristo, el Mesías reiteradamente
anunciado por los profetas. Sobre ellos se derrama la intensa luz que emana del
pesebre. En otras palabras, el hijo de Jehová, el Prometido, quizá para
desautorizar moralmente a los poderosos y corruptos habitantes de la ciudad
-recuérdese que estos lo rechazaron-, prefirió a los humildes y sencillos
pastores, como en más de un texto se apunta.
Según vemos, Reyes no se quedó atrapado en el plano mítico. Tuvo buen cuidado
en hacer ver que, además del ámbito pastoril, existe otro mundo paralelo, otra
realidad en la que prevalecen las fuerzas del mal. Estas se encarnan en la vida
urbana. En este punto, el autor recoge otra tradición de amplia trayectoria
literaria: el enfrentamiento entre la vida citadina y la rural. Exalta la
supuesta superioridad de esta última. En "Noemí", la pastora Raquel, frente a
las lamentaciones de Ester, la reconforta diciéndole:
No hay condición humana Que no tenga quebranto, El pastor se
desvela Cuidando su rebaño, Trepa por las montañas Y rueda en los
peñascos Pero al fin no le agitan Tan mortales cuidados Como los que
arrebatan El sueño del cortesano; (pp. 9-10)
En "Neftalia", Corídon muestra un ferviente anhelo de marchar a la ciudad. Ha
escuchado que allí la vida es fácil y que abundan las oportunidades de hacerse
rico sin mucho esfuerzo. Isleño le replica:
¡Vaya! Que has perdido el seso, Porque sólo así podrías Decir
tantos desaciertos. No hay, Corídon, otra dicha Acá, digo, en nuestro
suelo, Sino una conciencia pura Bajo un exterior honesto. Mas en la
vida holgazana A que muestras tanto afecto No es posible conservar
Este don de tanto precio. ¿Cómo, dime, sin trabajo, Si no es por
injustos medios, Por violencias, por rapiñas, Por intrigas, por
enredos, Se harán tantas profusiones Y esos gastos tan inmensos? En
la vida del pastor Hay trabajo, lo confieso; Pero la virtud se
abriga Allá en lo interior del pecho. (p. 86)
Frente a la autenticidad del campo, en la ciudad prevalecen la mentira, el
fingimiento, la superficialidad. La vida inauténtica. Esto, por una razón
fundamental: la riqueza, generalmente, posee un origen espurio. Ismael, en
"Albano", recuerda:
Díjome, pues, Sidonio: 'Si algún día Fueres en la ciudad avecindado,
Vístete como un rico aunque en la casa No enciendas fuego y aunque
bostezando Estés á cada instante por el hambre. Todos los que te vieren
á la moda, Forrado en terciopelos y brocados, Llevando un par de piernas
revestidas De medias finas, y con buen zapato, Te supondrán nacido de un
linaje Que haya traído su origen de un palacio. Te dirán caballero y por
el traje Habrás de ser de todos respetado. Con esto tendrás crédito y
entrada En las casas de tono y alto rango; Y de aquí partirán todas tus
dichas Y la riqueza te vendrá á las manos. Ya podrás ser tutor, que es
una ganga, Aunque al pupilo dejes ayunando; Hallarás protector que un
Ministerio Obtenga para tí, exagerando Tu talento y saber, con tal que
seas De su opinión y su querer esclavo Y si á esta gran altura en el
momento No puedes ascender de un solo salto, Haz tus ensayos dirigiendo
pleitos Y á simples litigantes desplumando.' ( pp. 272-273)
Reyes previene o llama la atención sobre rasgos negativos que se acumulan
tanto en el hombre como en la mujer. Por regla genereal, las observaciones
carecen de un destinatario específico. No se aplican a ningún pastor o pastora
en forma específica. En "Micol", durante la fiesta, en uno de los cantos, se
establece una rivalidad entre el pensamiento femenino y el masculino. [ Se trata de los celebrados
"Cuandos", letrillas satíricas de sabor popular a las que se les ha dado ese
nombre por la palabra que el autor utiliza como estribillo. ]. Cada grupo
pondera las cualidades respectivas de su género y, como contraparte, denosta las
del otro:
Cuando llegará este cuando Que tanto mi amor desea, De que a las
mujeres vea Con su malacate hilando! Cuando! Nabal Todas las mujeres
son De calidad muy extraña; Cada una tiene su maña, Cada una su
condición; De todo piden razón; Todo lo están atisbando; Sin cesar
están hablando De diversiones y modas; Para esto son buenas todas;
Mas para trabajar? ¡Cuando! Cuando llegará este cuando, etc.
Silvana No hay en el mundo un varón Que no sea falso, engañoso; En
los juegos es tramposo, En el comercio ladrón; En una palabra, son
El vicio en persona andando; Y si se fuera buscando Un hombre sin
tacha alguna, Se le hallaría en la luna; ¿Pero acá en la tierra?
¡Cuando! Cuando llegara este cuando, etc. (pp. 65-66.)
En "Olimpia" se inserta otro "Cuando" con similar propósito: establecer un
paralelo entre las formas de conducta negativas de ambos sexos (pp. 387-388).
Coincidiendo con esa visión descarnada del hombre y de la mujer, en varias
oportunidades, se adversa el matrimonio. En "Olimpia" y en "Elisa",
respectivamente, Absalón y Rebeca dicen:
Es un deber hacerlo [casarse] aunque con miedo, Porque vivir á una
mujer unido Es tener una sierpe envuelta al cuello. (p. 333)
Porque en los campos Venir á tener marido Es para tener un
amo, (p. 244)
En "Rubenia", el pastor Samuel representa una postura irracional y machista.
Aunque aparenta cortesía, guarda una cordial ojeriza contra las mujeres. Así,
después de enterarse de las inclinaciones artísticas de Rubenia y de sus amigas,
exclama:
¡Quien demonios aguanta á las mujeres! Allá la una llorando por los
muertos, Aquí la otra metida á poetisa Y haciendo mil elogios de sus
versos. ¿Qué hará el mundo con tanta Bachillera? ¡Pobre de mí, si la
desgracia tengo De casarme con una de estas prendas Que al pedirle la
cena o el almuerzo, Me diga: 'Aguarda, busco un consonante Para el
último pie de este soneto. ' Pero es preciso acomodarse á ellas, Y
fingirse con ellas novelero, Que si no, me aborrecen y han de hacerme De
sus murmuraciones el objeto. Pero... el hambre me aprieta, y Dios no
quiera Que otra mujer me salga hoy al encuentro! (pp. 194-195.)
En "Elisa", otro criterio antifemenino es el de Batilo (es mujer, y esto
basta/ para tenérsele miedo, dice, p. 241). También, Arnaldo es portavoz de
un acendrado machismo. Para lograr algunos beneficios de las mujeres (por
ejemplo, obtener alimento), finge respetarlas y valorarlas pero, en su fuero
interno, las rechaza. Cuando está solo, después de presenciar el entusiasmo de
Rebeca antes las posibilidades futuras de las mujeres que accedan a la
educación, exclama:
Esto sí que es gracioso; Las mujeres con empleos Y graduadas de
Doctoras, Extraño será por cierto! Entonces sí que no habría Ni quien
friera un par de huevos; Todas ellas se ocuparan En disputas y
argumentos, Y los maridos tendrían Que meterse a cocineros; Y si en
cosas de política Tuvieran algún derecho, En revolución continua Nos
veríamos envueltos; Pero nada hay que temer, Esos no son más que sueños;
(pp.238-239)
Tanto Arnaldo como Samuel constituyen voces disidentes. Una especie de
encarnación del bufón de la comedia española. Está presente en todas las
pastorelas. Es la contrapartida humana que aligera la seriedad del planteamiento
religioso de fondo. Además entraña un penetrante conocimiento del público. En
"Noemí" lo encontramos en Bato, pastor con hambre permanente y con inalterable
sentido del humor. Cuando aparece, he aquí su carta de presentación:
Aunque á mí no me buscaron, Mis pastoras, aquí está El pastor más
agraciado, El más sabio, el más galán, El gran Bato que esta noche A
Belén ha de marchar; Y para que del camino Las fatigas no sintáis
Trae estudiados sus primores Que bien os divertirán: Dará brincos de
contento; Como gallo cantará, Pïará como pollito, Como gato maullará,
Sabrá hacer un caraqueo Mejor que un alcarabán, Rebuznará como
burro, Y otras mil gracias hará; Y cuando adore al infante, Mil
primores le dirá. (p. 21)
La importancia de Bato (y con ello se comprueba que su iconoclasia no altera
su bondad esencial) se subraya con un significativo detalle: a la hora de la
ofrenda, su parlamento es el más extenso y en él demuestra su ingenio al
ponderar las posibilidades que tiene su regalo: un humilde costal que, de
acuerdo con las circunstancias futuras en la vida del niño, se pueda adaptar a
diversos usos:
Si fuere rico, el costal que le sirva de talego, Y si pobre, que le
sirva, Como matate de ciego. (...) Si por caso los ladrones Lo
desnudan, desde luego Podrá hacer de su costal Unos calzoncillos nuevos.
(p. 36)
Sin lugar a dudas, Reyes respondió a un espíritu popular. Por ello, aún
tratando un tema sacro, no tuvo ningún escrúpulo (detalle que subraya su
disidencia respecto a las estrictas normas del neoclasicismo) en incluir escenas
humorísticas. Incluso, de la mejor estirpe rabelesiana. Nabal, en "Nicol", con
la incorporación de regionalismos, exclama:
¡Qué cachaza! ¿Ahora andáis con sueños y creyendo Cuentos de
brujas y otros de esa traza? Pues si yo cuento todo lo que sueño, En ello
me pasara una semana. Una noche soñé que una pastora, A quien yo quiero
más que á mi propia alma, Me daba en prueba de su amor constante Un anillo
de hermosa filigrana, El que yo me probé en todos los dedos, A ver en cuál
de todos me quedaba: Alegre me despierto; pero ¿qué hallo? Metido había
el dedo más pequeño En un lugar oculto, y bien untada La mano de un
ungüento que á los dioses, Según yo sé, no es bálsamo que agrada. Otra
noche soñé que esta pastora Mil caricias haciéndome, me daba Con sus
labios de rosa tiernos besos, Sutilmente tomándome la cara; Pero ví ¡qué
desgracia! La perrilla Era que con la lengua me limpiaba La boca de los
restos de la cena Que fueron de manteca y de cuajada. (p. 60)
El padre Reyes toda su vida enarboló una decida vocación docente,
clarificadora del entorno. Muchas observaciones de los pastores llevan implícita
una crítica a las condiciones sociales. En "Albano" alude a los pocos beneficios
económicos que acarrea la dedicación a las letras. En "Elisa", Betilo, hablando
con Medea, subraya el meollo del problema social: A los plebeyos y pobres/ Se
nos trata como á bestias (p. 256) y, cuando Arnaldo confiesa la dificultad
que tiene para obtener huesos humanos (desea ser médico y precisa estudiarlos),
de nuevo vuelva a la carga:
Como sólo has de curar A pastores y plebeyos, Puedes hacer tus
estudios En calaveras de perros, En canillas de caballos, De micos y
de jumentos; Pues conforme se nos trata Por los señores, yo pienso
Que con estos animales Tenemos gran parentesco; Pero si piensas curar
A ricos y caballeros, Empleados de toda especie Y gente que no de
pueblo, Entonces es necesario Que desentierres los muertos, Porque
son muy diferentes Nuestros huesos á los de ellos. (p. 240)
El mismo objetivo de crítica poseen las consideraciones sobre las condiciones
educativas. "Olimpia" alude a que muchos se preocupan de que no falten tabernas
Sin tomar empeño alguno/ Por que allí escuelas se instalen,/ Donde se enseñe
a los niños/ El a, b, c, ciencias y artes (p. 365). En "Elisa", Arnaldo sabe
lo fácil que es obtener un título:
Quien quita que yo también, Sin colegios y sin maestros, Llegue á
ser un Bachiller Y tal vez un Licenciado. Muy poco se necesita,
Según lo que estoy mirando: Un librejo mal sabido Basta para ser
graduado. (p.232)
Reyes no desdeñó, incluso, la incorporación del tema político. En la primera
escena del acto primero de "Albano" (pp. 269-276), Ismael sostiene una larga
perorata en la que se refiere a personajes y acontecimientos destacados del
engranaje político. Así, tras un pseudónimo -casi un anagrama-, adversa a
Francisco Morazán:`
Otra faceta importante de las Pastorelas -nueva ruptura de los cánones
neoclásicos- es el acopio de elementos populares de la región centroamericana.
Especialmente en aspectos lingüísticos (Que a comer y rascar dice el adagio/
Basta que se comience, p. 217) y costumbres alimenticias. En "Micol", Nabal
indica que desea estudiar medicina ya que ello le reporta muchas ventajas:
Todos los días visito, Ya en la ciudad, ya en la aldea, Enfermos de
reumatismo, De gota, fiebre, viruelas..... Y aunque algunos por descuido
De los criados se me mueren, A los más los resucito: Y en retorno
van regalos De huevos, quesos, chorizos, Pollos, gallinas, frijoles,
Carne de vaca y cochino; Ya uno me manda calzones Del mejor sastre
cosidos, (p. 46)
La inserción de refranes no es forzada. Surgen con la naturalidad con que el
hombre de pueblo los inserta en su plática. Así, en "Zelfa" cuando Mateo ofrece
su presente, dice:
Pues conozco la afición Que en niños es natural Os traigo, niño, un
zorzal Más músico que un Anfión. Es muy pequeño este don; Mas cuando
él está cantando, Os a de estar avisando Que vale más, en lo humano,
Un pajarillo en la mano Que ciento que van volando. (p. 167)
Algunos críticos cuestionan la caracterización de los pastores o el
tratamiento de la realidad que hace Reyes. Se objeta, por ejemplo, el alto nivel
intelectual que aquellos muestran (hacen versos, poseen una vasta cultura
bíblica; conocen la mitología clásica, profieren expresiones en latín; saben lo
que es un silogismo; el léxico es refinado...). Al respecto, se olvida un hecho
fundamental al cual ya nos referimos: Reyes construye sus textos teniendo como
basamento un código artístico en donde las reglas del juego están dadas de
antemano. Nos referimos a la tradición pastoril que, viniendo desde la cultura
grecolatina y pasando por la gran eclosión de la novela pastoril renacentista,
adoptó una visión de la vida totalmente idealizada que, por cierto, en Reyes, no
es escapista. Responde a una conceptualización neoplatónica de equilibrio y
armonía, trasunto de la que -se sabe- reina en las esferas celestiales. Ni el
paisaje, ni los pastores, ni las relaciones que entre ellos se establecen,
podían, pues, responder a un esquema realista. Este se ofrece de refilón: Reyes
-aprovechando la coyuntura que los pastores le ofrecían- se las ingenió para
dejar traslucir aspectos vitales del entorno natural y social. Sobre este último
punto, inclusive, sus dardos fueron acres y, las más de las veces, oportunos:
funcionarios corruptos, estudiantes sin interés por el estudio, motivaciones
espurias en la elección de pareja, fisuras en la institución matrimonial,
vanidades y superficialidad femenina... fueron objeto de sus punzantes
comentarios.
No fue Reyes un intelectual desinformado ni un dramaturgo mediocre. Supo
sacar partido de las limitantes que el tema bíblico le imponía. Y aunque hay
versos de pobre factura, la versificación ostenta fluidez. Como lo demuestran
los puntos señalados y los fragmentos presentados, la riqueza de los textos es
múltiple: variedad métrica que rompe la monotonía expresiva; historias
coherentes en donde las distintas piezas encajan perfectamente entre sí;
equilibrio y balance entre las escenas dialogadas y las cantadas; vivacidad en
los diálogos; ponderada utilización del recurso humorístico y exaltación de
valores bíblicos o humanos. Entre estos últimos: el alto concepto de la amistad
y el compañerismo (nadie se tiene envidia/ y todas nos amamos, dice
Noemí, p. 10); la alegría permanente; el saber disfrutar de los goces sanos que
el medio ofrece (el vino es parte inseparable de los deleites de la mesa y nunca
falta en las celebraciones familiares); la búsqueda de la esencia y no del
fenómeno (Es engaño juzgar por los vestidos;/ Muchas veces encubren mil
defectos; Porque hermosura sin virtud ni juicio/ Sólo es un oropel que yo no
aprecio, p. 324, 333); el ejercicio de la caridad y la preocupación por el
prójimo que está en desventaja económica (p. 296); el amor a diferentes
expresiones artísticas (la poesía, el canto, la danza y la música) y -en
contraposición a la inautenticidad de la vida citadina- ponderación de las
virtudes implícitas en la vida rural. |
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